El templo

"La visión de tanta belleza dejaba inerme a cualquiera. Parado, extásico, impelido a caer de rodillas y adorar tan hermosa construcción.
El joven acólito subió un peldaño. Cogió aire, suspiró, y coronó dos, tres escalones más, hasta llegar a las dos blancas y colosales columnas marmóreas. Al principio frías, las rozó y acarició hasta transmitir su tibieza a la piedra de Carrara. Siguió con su viaje iniciático, penetrando en el recinto de la diosa Diana. Allí los pebeteros ardían, dando a la atmósfera un clima embriagador, un aroma intenso que compensaba la penumbra, la momentánea pérdida de un sentido. Se oían los cánticos de las sacerdotisas, rítmicos, con una cadencia mística. Se elevaban alto, hasta la altísima y redondeada bóveda de suaves líneas.
Pero a él le esperaba la profundidad del estanque sagrado. Se sumergió, al principio lentamente, después con mayor vehemencia, saliendo una y otra vez del agua ritual, caliente como en una terma. Una vez que su cuerpo había sido debidamente purificado, se adentró en el sancta sanctorum, el espacio más reservado y reverentemente divino del templo, al tiempo que la salmodia a su alrededor iba in crescendo.
La luz era aún más escasa dentro...Entre tinieblas se adivinaba, por su contorno,el altar de la diosa, una gran sombra de formas irregulares. Con un paroxismo de fervor y adoración el joven se arrodilló, besando la esencia misma de la diosa, ejecutando los movimientos precisos que exigía la liturgia hasta que... "

-Para, paraaaaaaaa...ya!! Dioosssssssssssss...
-¿Estás bien, Diana?
-Más que bien...guau...ha sido...religioso.
-Bueno, ya te dije que tu cuerpo es un templo para mí...